2 dic 2008

La naturaleza humana en constricción. Alberto Sánchez Piñol



Alberto Sánchez Piñol
La piel fría
Editorial Edhasa

Comentan habitualmente los abuelos que ni la fruta ni la verdura tienen ya el característico sabor de cuando ellos eran niños, y no digamos la carne y el pescado, todo insípido y mediocre. Será cosa de la masiva tecnificación, de los plaguicidas o de los tejemanejes de las multinacionales; sea como fuere, ni chicha ni limoná. Está claro que tienen razón, se da cuenta incluso el estudiante que pasa la semana entera con espaguetis y tomate enlatado. Lo ciertamente preocupante, no es ya la democratización de la mediocridad, sino la consecuente atrofia generalizada de los paladares. Sometidos a la continua insulsez terminan por maleducarse. En fin, esto más o menos es lo que me ha sucedido recientemente en relación al tema que nos trae aquí. Me explico: desde que empezamos la atropellada aventura de este blog he seleccionado los textos a reseñar guiándome por varias pistas: la crítica seria, los clásicos y las estelas que dejan tras de sí, las opiniones de quienes valoro positivamente, y, sí, lo confieso también, los escaparates de algunas librerías de nombre sonoro, los premios literarios y los pasajes elogiosos dedicados en sobrecubiertas, tapas y fajas. Pero ya se sabe, lo barato siempre sale caro, y empiezas convencido que los premios Pulitzer, Ignotus o Nebula los ganan siempre obras que lo merecen y que lo que recomienda The New York Review of Books va a misa, continúas por aceptar a pies juntillas las alabanzas en las contraportadas y terminas por creerte de veras, tras haberlo leído, que El sindicato de policía yiddish es realmente un libro meritorio. Al final, por suerte, un día te despiertas y constatas que los últimos cien escritores americanos de ciencia ficción enaltecidos a morar en el monte Olimpo, realmente no valen una gorda. Para ello, para despertar del sopor hipnótico y recuperar el sentido del gusto, ha sido necesario previamente un buen golpe en la sien, en mi caso, con el liviano pero contundente volumen La piel fría, del escritor catalán Alberto Sánchez Piñol. Lo siento por vosotros: Neil Gayman, Cormac McCarthy, Terry Pratchett, etc. ya nada volverá a ser como antes, afortunadamente.
La piel fría, un alarde de potente literatura de ciencia ficción, disecciona y expone cada una de las partes de la personalidad de un hombre sometido a la intensa presión del miedo. Sánchez Piñol sitúa a su protagonista, un joven meteorólogo apremiado por superar sus recientes coqueteos con el activismo independentista irlandés, en una inhóspita isla alejada de toda ruta marítima y acosada por una espantosa raza de monstruos marinos antropófagos. Para completar el cuadro, tres elementos más: el faro, Batís Caffó –el anterior meteorólogo destinado a la isla- y Aneris, una monstruo hembra que Caffó mantiene retenida y que usa para su asistencia diaria y frecuente desahogo sexual. En este vía crucis del terror, en el que se pondrá a prueba la resistencia del ser humano para no animalizarse, nuestro joven protagonista se erigirá en adalid de ese humanismo que tiende la mano al extraño, aún tratándose de un supuesto monstruo que proviene de las profundidades marinas. En el trayecto, la figura de Aneris tenderá un extraño puente de entendimiento entre dos mundos tan irreconciliables, aunque no siempre de forma fácilmente comprensible. Batís Caffó, por otro lado, representa esa humanidad sujeta a los instintos más salvajes que afirma que es en las diferencias donde uno debe fijar su atención, y que resultará el contrapunto, a la vez que la tabla de salvación, del joven irlandés. La descripción del progreso de la personalidad de los dos compañeros en este descenso a los infiernos merece una calificación de cum laude.
El texto es un derroche de literatura en mayúsculas: con la elegante prosa de los clásicos, un motor narrativo al que no le faltan caballos de potencia y un desarrollo de la acción nunca excesivo y con el tempo justo, Sánchez Piñol construye una novela inquietante que uno desea que no termine. Los buenos referentes tampoco escasean: Joseph Conrad, Karel Capek, Herman Melville, Lovecraft, Franz Kafka, R.L. Stevenson, Ridley Scott, etc. Para mi más agradable sorpresa, La piel fría es el argumento perfecto con el que contradecir a aquellos que tienen la literatura de ciencia ficción por el hermanito deforme de la narrativa moderna. Y, ya puestos a decirlo todo, un uppercut directo al mentón a la reciente literatura scifi americana. Un texto indispensable e imprescindible en cualquier biblioteca de rigor y recomendable para todo lector ambicioso y sin prejuicios con el que recuperar el sabor de lo que ha valido siempre: la calidad.

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