31 jul 2009

ARRÁSTRAME AL INFIERNO.

Las leyendas deben protagonizarlas hombres ya muertos y enterrados, así son las cosas; para los que llevan una a cuestas y todavía militan del lado de los vivos, lo más conveniente consiste en hacer mutis por el forro ante el menor conato de redención o de aclamatoria invitación a la palestra: ausentarse con alguna excusa elegantemente consensuada y permanecer a las puertas del Olimpo en espera de traspasar el umbral una vez pajarito.

Imagino que este primer párrafo os habrá predispuesto para lo peor: una crítica lacerante como para devolver a la tumba a los muertos redivivos. Sin embargo, no dejéis que las apariencias os engañen. Vayamos paso a paso.

Sam Raimi no necesita ninguna presentación a estas alturas, es el padre de aquella criatura tricéfala que es origen de su leyenda denominada Evil Dead y, ya en los tiempos recientes, de la trilogía superheroica, que va camino de presentar en 2011 la cuarta entrega del culebrón, Spider-man. De entre las obras que con mayor o menor fortuna se cuajaron por el camino, no me resisto a mencionar su primera incursión en la cosa esa de los superhéroes, Darkman, un auténtico diamante en mitad de tanta pedrería abultada por sobreprecio. Para la ocasión que nos asiste, y como presumible apeadero en mitad del empacho de hombres araña, Sam Raimi ha venido a asociarse con su hermano médico Ivan Raimi para engendrar otra de las terroríficamente graciosas incursiones en lo macabro que le hicieron descollar en una época pretérita, que ya recordamos emborronada por aquel sentimentalismo de color de rosa conocido como nostalgia. Arrástrame al infierno llega este mismo viernes a las carteleras con el marchamo de regreso a los escenarios y contenidos de la trilogía maravillosa. ¿Pero es esto cierto? Veamos la trama:

SINOPSIS:

Antes de nada una recomendación: para los que valoréis por encima de todo el poder de la imagen, olvidaos de las líneas que siguen: la trama es tan simple que basta con echarle un ojo, sin sacarlo de su cuenca, al trailer (más abajo). Tan sólo soslaya el final de la película.

Christine Brown (Alison Lohman) es una ambiciosa apoderada de un banco de Los Ángeles que sale con un hombre encantador, el profesor Clay Dalton (Justin Long). Todo les va muy bien hasta que la misteriosa Sra. Ganush (Lorna Raver) va a verla al banco para pedirle que le conceda una prórroga en la hipoteca ante la inminente posibilidad de ser desahuciada de la casa en la que ha vivido los últimos 30 años de su vida. Con la intención de demostrar a su jefe que es una mujer perfectamente capaz de tomar decisiones difíciles y con la vista puesta en una muy probable promoción en el banco, le niega el aplazamiento a la pobre vieja. Aquí empieza el drama: la vieja Sra. Ganush, una gitana con tan mala baba como malas artes en la magia negra, le echa el mal de ojo a la pobre Christine. De aquí en adelante, todo son correrías, sacrificios rituales y ouijas para quitarse de encima al demonio que pretende llevársela al infierno al cabo de tres días de tormentos.

Ante este guión, que podría haber brotado de la mente de una lechuga fresca, el papel de los actores y la cuadratura del círculo que hayan conseguido el diseño de las escenas, los efectos especiales, el maquillaje y la ligazón final del Director mucho tienen que decir para que nos llevemos un buen recuerdo. A este respecto: la actriz principal es una réplica obtenida por clonación de Kirstin Dunst (modelo actoral y físico que presumiblemente habrá dejado encandilado a Sam Raimi tras las experiencias de Spider-man), quien, exactamente igual que el resto de actores, no pasa de un aprobado generoso: incapaz de transmitir una sola emoción creíble, por no hablar de su cara de pasmo cuando pretende mostrar terror, es una pálida sombra al lado de aquel hallazgo increíble llamado Bruce Campbell (que merece como poco la mitad de los laureles de Evil Dead). Las escenas resultan una excusa para dar pie a todas las gracias que se les habían ocurrido a los Raimi, y que sin duda ya tenían anotadas en una servilleta mucho antes de iniciar el proyecto. Algunas de las cuales, sin embargo, no son nada desdeñables: la sucesión puñetazos, arañazos y escupitajos en la escena del aparcamiento es antológica, así como el desentierro de la bruja Ganush una noche lluviosa en el cementerio de Los Ángeles. Nada que decir, sin embargo, en relación con el perfecto trabajo de los maquilladores y los responsables en efectos especiales, un 10 sin paliativos (aunque echemos en falta algunas de las ingeniosas soluciones que Sam Raimi utilizó cuando hacía películas de bajo presupuesto).

Visto lo visto, ¿ante qué nos encontramos? Difícil pregunta, sin duda. Veamos: aquí tenemos una sucesión de gags morbosos y macabros con el incombustible y exitoso toque de humor de Sam Raimi, un guión que no vale una gorda, unos actores tan correctos como insípidos, y unas escenas en interiores y en cementerios que son marca de la casa. Es decir, poco más o menos lo que ya teníamos; echando terriblemente en falta a Bruce Campbell, claro. A la vista de que la fórmula viene a repetirse, y de que el casco del navío hace aguas por varias vías y el motor le suena como una batería en mis torpes manos, sólo me cabe conjeturar lo siguiente: o yo ya no soy el mismo que hace veinte años, o los tiempos han cambiado que es una barbaridad y este tipo de productos es ya el pan de cada día. Dos afirmaciones que, francamente, ya me siento incapaz de rebatir.

Arrástrame al infierno es una de las gracias de Sam Raimi que darán que hablar a los que no conocen aún su obra de juventud, pero que viene a empañar el buen nombre de una leyenda que, quizás, tampoco mereciera estar anotada en los anaqueles del cine mítico. A estas alturas es ya incuestionable que Sam Raimi juega en la Champions League del cine de Hollywood, la liga de los presupuestos a base de cheques en blanco y, también, que las fórmulas que funcionaron en un momento pueden resultar caducas años más tarde.

Cuando uno arrastra tras de sí una leyenda, merecida o no, más le conviene hacerse el longuis y aplicarse la mayor: "Jesusito, Jesusito, que me quede como esté" (veremos cómo se las apaña Sam Raimi con el nuevo proyecto que se trae entre manos, la adaptación al cine del fenómeno World of Warcraft).

VALORACIÓN:

2 comentarios:

  1. Mira, pues leido lo leido, casi paso. Como bien dices, si por lo menos hubiera tenido a Campbell ganría enteros y la vería.

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  2. Acabo de ver Drag me to hell y a mi me da más miedo un capítulo de Scooby Doo.

    No hay manera de identificarse con esa tontaina que mata al gato en vez de comprarse un pollo.

    Predecible y simplona. Eso sí, efectos especiales magníficos y muchas cosas asquerosillas.

    Moralejas: cuidado con la caries - mejor conservar los dientes, no te tropieces con un muerto embalsamado y el helado engorda.

    Saludos!

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